Me llamo María Elena. No se lo que significa mi nombre todo junto, pero sé que a pesar de estar formado de dos nombres es una unidad indivisible, como dos tabiques unidos por una fuerte amalgama. Soy de una antigüedad donde los nombres se elegían de acuerdo al santoral, como venía en el calendario así te bautizaban. Yo traje Dulce Corazón de María pero dice mi madre que mi papá no quiso que me llamara así porque todos me iban a decir Corazón, ¡Ah, qué mi padre! Si hubiera sabido las veces que he deseado que alguien me haga un cariñito…De todas formas algunos me llaman con apodos cariñosos. Malena me dicen mis hermanos y amigos. Mis amigas más flojas solo me dicen Male. Mi madre me dice María Elena y cuando lo dice mi nombre tiembla en sus labios como temblaba yo de niña ante su fuerza. Mi madre fue una mujer valiente, una guerrera que, a falta de mi padre, se hizo cargo de su pequeña prole y la sacó adelante a fuerza de tesón y disciplina. Mi padre me cantaba mi nombre, recuerdo que tenía un acordeón y a veces tarareaba un vals que se llama como me llamo yo: tuyo es mi corazón, oh, sol de mi querer…Era lindo escucharlo. Algunas veces pienso que de cambiarse el nombre las personas perderían su identidad. Tan fuerte es el influjo de las letras que lo forman, es como un conjuro para expresar tu esencia. Por eso, cuando digo mi nombre yo sé que digo fuerza, se que digo valor y el nombre me parece un relámpago azul, un eco de metales chocando contra el viento. Puedo aspirar su olor. Mi nombre huele a Sol, a naranjos, limones y guayabas, a lluvia y a ciruelas maduras en el árbol. Es áspero si lo dices con furia pero es dulce si tus labios lo nombran con amor. Es un trozo de seda rozando tu epidermis, una caricia de agua sobre tu piel desnuda. Está lleno de Sol, de pináculos, valles, de hondonadas y crestas como la geografía de un país sin fronteras. A veces es ruidoso como una avenida donde no para el tráfico y otras veces lo siento igual que el ritmo tranquilo de las olas cuando sopla la brisa. Mi nombre es girasol redondo y amarillo, danzante contra el viento, eclosión de semillas perpetuando la vida. Es un roble que tiene sus raíces profundas en la tierra pero su copa intenta fundirse con el cielo. Es violín en espera que alguien toque sus cuerdas para dejar salir su más pura armonía.
Si yo hubiera podido elegir mi nombre habría elegido el mismo porque mi nombre encierra mi fuerza, mi carácter, mi orgullo, mis vivencias mi historia y también mi presencia en los que me sucedan.
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