¿Y si abro la ventana y me encuentro fuera de la realidad?
¿Y si me asomo un poco y consigo ver el mundo desde otra perspectiva?
Es tentador
(sobre todo cuando las cosas llegan a ser tan familiares
que ya nada parece sorprendernos)
dejar entrar la luz,
levantar la cortina que vela esa mirada que dejó de asombrarse,
volver a sentir la misma emoción de cuando fuimos niños
y veíamos las cosas con un color distinto.
Abramos la ventana y dejemos que el mundo nos penetre
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